sábado, 28 de mayo de 2011

CIPAYOS O PELOTUDOS....?

Polémica por la llegada de un buque inglés
Llegará hoy al puerto de Comodoro Rivadavia el polémico buque perforador “Stena Drillmax” de bandera británica, que fuera contratado por la empresa petrolera Repsol-YPF para explorar la cuenca de las Islas Malvinas.
Rumbo a Malvinas. El buque perforador “Stena Drillmax” estará hoy frente a la costa de la ciudad.
Si bien el barco no ingresaría al muelle debido a la falta de infraestructura para operar sí está previsto el amarre del carguero Normand Baltic, de 98 metros de eslora con bandera perteneciente al protectorado británico que tenía previsto ingresar anoche al muelle con permiso de giro hasta el lunes inclusive. 

Luego será el turno del remolcador Normand Skarven de bandera noruega -90 metros de eslora- con la misma tarea de asistir al buque perforador de materiales en cuanto a aprovisionamiento, traslado y control ambiental que estará a cargo del remolcador “Yamato” que en diez días podría llegar a la zona.

El Baltic y el Skarven responden a la empresa Solstad Offshore ASA de origen noruego pero contratada a través de las oficinas en Escocia, por parte de la socia británica Solstad Offshore UK.

Los trabajos petroleros se realizarán en la cuenca adyacente a la zona de exclusión de las Islas Malvinas, al sudoeste del archipiélago con la perforación de un pozo, el Malvinas X1, que será efectuado por el buque perforador “Stena Drillmax” que cuenta con capacidad operativa de hasta 3 mil metros de profundidad en el agua y apto para trabajos en condiciones hostiles. 

La búsqueda de reservas de hidrocarburos se desarrollará a 300 kilómetros de Río Grande y a 498 kilómetros de Río Gallegos en mar Argentino, en un área marítima fuera de la disputa con Gran Bretaña.

El “Stena Drillmax” es un buque perforador de petróleo de bandera británica que de acuerdo a denuncias, habría “ocultado” su nacionalidad durante su estadía en la Base Naval de Mar del Plata, camino al sur. 

Es de propiedad de la compañía Stena Drilling Ltd. que tiene su sede en Aberdeen, Escocia y que inclusive guardaría una estrecha relación con otros barcos que tuvieron activa participación durante el conflicto de Malvinas, reparando y abasteciendo a los barcos de guerra de la Royal Navy además de asistir a submarinos británicos que patrullaban el Mar Argentino durante la posguerra. 

El “Stena Drillmax”, que porta una estructura propia de perforación, tenía previsto realizar tareas de alistamiento aunque por sus dimensiones se ve imposibilitado de maniobrar en la terminal local. Por un convenio preexistente tiene previsto cargar combustible recién en la planta propia que posee la empresa YPF en Puerto Deseado luego de alrededor de diez horas de navegación. En el puerto de Comodoro Rivadavia los barcos extranjeros cargarán fundamentalmente lodo, una mezcla de bentonita y baritina, utilizada para el procedimiento de perforación; herramientas, cañerías, además de comestibles y elementos utilizados por la tripulación mediante contenedores para cuya carga se contrató mano de obra local. En la zona además se utilizarán dos helicópteros en base a un convenio firmado con la Armada Argentina, otro hecho que parece alimentar la polémica. #

DIARIO JORNADA DIGITAL - 28/05/11.-

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¿Qué nos pasa como Estado, cuando le prestamos ayuda a nuestros invasores para que realicen actividades económicas sobre una zona usurpada por las fuerzas de sus armas? ¿Por qué como pueblo no interpelamos a nuestros gobiernos para que defiendan con decisión la soberanía nacional? ¿Acaso nos importa, nos interesa? 
El concepto de soberanía política y territorial, más allá de implicar la potestad de autodeterminación y el no reconocimiento de una autoridad superior, lleva implícito el sentido de pertenencia a una unidad política, que lógicamente se asienta en un territorio.
Esta apatía frente a la cuestión Malvinas, en la que una porción de territorio se nos es negada por la fuerza de las armas de un imperio, me lleva a reflexionar sobre otro fenómeno que considero la base de éste: el desprecio por nuestro origen, por nuestra unidad política -entendida esta en el sentido de la polis griega- 
El germen de la autodenigración de la que habla Jauretche. Semilla implantada en nuestra conciencia colectiva por los Sarmiento, los Mitre, y toda la tropa de tilingos, que ubican la civilización en las potencias imperialistas.
¿Que es lo que nos pasa como connacionales, cuando no somos capaces de defender intereses comunes frente a la invasión extranjera, ya sea esta militar, culturar, económica?
Nos pasa, que el mayor éxito del imperio, es que ha colonizado nuestros cerebros, nuestro sentido común nacional, y por ello, no necesita más de las armas. El dominio es cultural, nos han convencido que somos inferiores, que debemos rendirnos ante la civilización. Hemos internalizado ese concepto, tanto, que asumimos como normal nuestra condición de subordinados, y actuamos en consecuencia: no discutimos frente al imperio, no lo cuestionamos, lo obedecemos con implacable sumisión, les permitimos traer drogas y armamento en sus aviones militares, no les impedimos ingresar con sus buques a nuestros puertos para que nos roben nuestros recursos naturales. Foucault, afirmaba que la disciplina era la versión capilar del poder. Es decir, la disciplina penetraba en el individuo hasta las fibras más pequeñas, internalizando el poder. El individuo obraba como quería el poder, pero no por obediencia, sino por convencimiento. Convencimiento que la disciplina se había encargado de instaurar en su mente. De igual modo, el imperio ha logrado introducir su voluntad en nuestro ADN. No ya por las armas, sino por el dominio cultural, inyectado en nuestra estructura genética nacional a través de los "intelectuales" serviles, a través de los diarios, de las radios, que una y otra vez, nos recuerdan lo bárbaro, lo mediocre, lo incapaces que somos, y lo iluminados que son ellos, los dueños del mundo.

domingo, 22 de mayo de 2011

Desencuentros...

“…Mis dedos estaban tan torpes que al arrancarla del sobre desgarré la hoja de papel amarillo donde iba a surgir milagrosamente la presencia emocionante de Lewis: la carta estaba escrita a máquina, era alegre, cariñosa y vacía, y durante un largo rato contemplé con estupor la firma que la sellaba, implacable como una lápida mortuoria. Por más que releyera mil veces esa página y la martirizara, no exprimiría ni una palabra nueva, ni una sonrisa, ni un beso; y podía volver a esperar: al cabo de mi espera no encontraría sino otra hoja de papel. Lewis había quedado en Chicago, seguía viviendo, vivía sin mí. Me acerqué a la ventana, miré el cielo de verano, los árboles dichosos, y comprendí que ahora solamente empezaba a sufrir. El mismo silencio; pero no había más esperanzas, siempre sería ese silencio ¿Cuándo nuestros cuerpos no se tocaban, cuando nuestras miradas no se mezclaban, qué había de común entre nosotros? Nuestros pasados se ignoraban, nuestros futuros se huían, a nuestro alrededor no se hablaba el mismo idioma, los relojes se burlaban de nosotros: aquí brillaba la mañana y era de noche en el cuarto de Chicago, ni siquiera podíamos darnos una cita en el cielo. No, de él a mi no existía ningún pasaje, salvo esos sollozos en mi garganta, y los reprimí […] Por las calles de París crucé cientos, miles de hombres que tenían como Lewis, dos brazos, dos piernas, pero nunca su rostro: es bárbaro cuántos hombres hay sobre la superficie de la tierra que no son Lewis; es bárbaro como hay de caminos que no conducen a sus brazos y de palabras de amor que no se dirigen a mí. En todas partes me rozaban promesas de dulzura, de felicidad, pero nunca esa ternura primaveral atravesaba mi piel […] Lo que Lewis me susurraba entre las líneas de sus cartas eran palabras fáciles de decir: “te espero, vuelve, soy tuyo”. Pero ¿cómo decir: estoy lejos, no volveré hasta de aquí mucho tiempo, pertenezco a otra vida? Como decirlo si yo quisiera que leyera: ¡te quiero! Él me llamaba, yo no podía llamarlo; yo no tenía nada que darle en cuanto le negaba mi presencia. Releí mi carta con vergüenza: como era de vacía; sin embargo, mi corazón estaba tan lleno, ¡y qué pobres promesas!: volveré; pero volveré dentro de mucho tiempo, y será para volver a irme…” (Los Mandarines. Simone De Beauvoir. Págs. 469 – 489)

miércoles, 4 de mayo de 2011

La Criminología Mediática... Un modelo de sociedad

“Se incita a la venganza demagógica”

El juez de la Corte Suprema señala que su libro, producto de casi tres décadas de estudio y reflexiones, no obedece sólo a razones académicas, sino a un “objetivo político-social”: el de desafiar a la “criminología mediática”.

 Por Irina Hauser
“Me siento francamente abrumado”, suspiró el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, mientras hacía un paneo por las casi mil personas que lo habían ido a escuchar. “Empiezo a sentir miedo de lo que escribí”, bromeó. Con la misma acidez y un gran sentido del humor, se tomó media hora para explicar que La palabra de los muertos, el producto de casi tres décadas de estudio y reflexiones, no obedece sólo a razones académicas, sino a un “objetivo político-social”: el de desafiar a la “criminología mediática”, aquella que pinta un mundo amenazado exclusivamente por el delito común y el terrorismo; aquella que se construye desde los medios de comunicación, al servicio del poder y de un modelo de “Estado gendarme” o “policial” de raíces estadounidenses, que infla el miedo, alimenta la paranoia, estigmatiza e instala la creencia de que la única salida está en respuestas vengativas como encerrar, castigar, reprimir y ajusticiar.
La fuerza de ese paradigma, dice Zaffaroni, ha vuelto invisibles a los muertos en las mayores masacres, que –sin embargo– son ejecutadas por el propio Estado y que abarcan no sólo casos como el genocidio armenio, el holocausto, las matanzas en Ruanda, Somalia o Irak –entre otras decenas–, sino lo que llama “masacres por goteo”, más lentas pero no menos destructivas, donde entran desde las torturas, los muertos en las cárceles, hasta las víctimas del uso irresponsable de armas y las ejecuciones sin proceso. Son homicidios de seres indefensos, pero no entran en las estadísticas, según advierte. Por eso propone una “criminología cautelar”, capaz de prevenir la multiplicación de las masacres, “preservar la vida humana” y propiciar una “sociedad inclusiva” corriendo el foco de “la exaltación del poder punitivo”.
A juzgar por el poeta Juan Gelman, La palabra de los muertos. Conferencias de criminología cautelar (Ed. Ediar), más que un libro es “una hazaña”, según describió en el prólogo. “¿Es posible cambiar la criminología, el derecho y el sistema penales y los modelos de policiales para prevenir, impedir o moderar la violencia del poder y, en consecuencia, reducir la punición a lo estrictamente necesario sin recurrir a la fábrica de cadáveres?”, se pregunta Gelman, y anuncia que “el autor piensa que sí, que hay que hacerlo”, e invita a leer la obra. Zaffaroni la escribió “en lenguaje coloquial”, para que la pueda leer quien quiera, explicó ante la multitud que lo fue a escuchar en la Feria del Libro. “Este deseo de que trascienda obedece a que vivimos una época en que hay una tremenda construcción mediática de la realidad”, alertó. “Una construcción peligrosa, paranoica. Es como si los curanderos se hubiesen apoderado de la opinión pública a través de los medios masivos de comunicación y la ciencia médica se hubiese quedado en la Facultad de Medicina encerrada, o los políticos construyesen hospitales, o no, o hiciesen campaña de vacunación según lo que dicen los curanderos”, ironizó.
Zaffaroni fue ovacionado ante cada definición, y festejado con risas sonoras ante cada comentario mordaz. “El título del libro no es una propaganda de una empresa de pompas fúnebres”, sonrió. “La única verdad es la realidad y la única verdad de la criminología son los muertos. Sucede que la criminología se ocupó de todos los delitos y del poder punitivo pero se olvidó de las masacres. Olvidó que los estados cometieron más de 100 millones de homicidios calificados por lo menos por alevosía. Mataron a dos personas de cada cien. ¿Qué índice de homicidios hay en Argentina? Menos de 6 por cada 100 mil habitantes”, contrastó. “En los países donde se cometieron genocidios, esos muertos quedan fuera de las estadísticas criminales. ¿Y quién los mató? El Estado, el poder punitivo, el mismo que tenía que haber preservado la vida. Fueron la policía, la Gestapo, la Kgb, y cuando no los mató la policía los mató el Ejército, pero no en guerra, en función policial.” El libro dice que estos muertos son “los desaparecidos de la criminología y su consorte, el derecho penal”.
En el amplio escenario de la Sala Jorge Luis Borges, entre luces brillantes y coloridas, el juez supremo estuvo acompañado por el ex ministro de seguridad bonaerense León Arslanian, el abogado y militante de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) Pedro Paradiso Sottile y el periodista Víctor Hugo Morales. El moderador fue el catedrático guatemalteco Landelino Franco, a quien llenó de elogios.
Paradiso contó que al leer el libro se ubicó rápidamente a sí mismo “en el lugar de los muertos”, “en el lugar de la marginación”. “La medicina decía que éramos enfermos, peligrosos, se preguntaba si teníamos el cerebro más pequeño. Y tampoco estamos hablando sólo de la inquisición, sino del año pasado, cuando se discutía la ley de matrimonio igualitario.” Paradiso citó cifras elocuentes: “hay ochenta países que criminalizan la homosexualidad con prisión y siete con pena de muerte”.
“El poder es ser dueño de la verdad”, citó Víctor Hugo a Maquiavelo. “No hay poder más grande y más peligroso que el que tiene el poder de la construcción de esa verdad”, dijo. Haciéndose eco de las afirmaciones de Zaffaroni –a quien llamó “el Maradona de la Justicia”–, sostuvo que esa construcción llega al punto de lograr que se legisle en función de ella. Refrescó un informe de la BBC que dice que “en Argentina hay poca violencia y mucha preocupación”. E ilustró con una anécdota del pueblo de Laprida, donde mucha gente anda en bicicleta, la deja en la calle y sin cadena, duerme con la puerta de su casa sin llave y sin embargo, cuando les preguntan cuál es su principal problema, dicen “la inseguridad”.
Arslanian, a quien Zaffaroni recordó conocer “desde que teníamos nuestros modestos juzgaditos de sentencia en un corredor que parecía un supermercado”, hizo una exposición más teórica y se ocupó de resaltar nociones clave del texto: “la criminología mediática tiene una finalidad política para defender modelos económicos determinados, contrarios a la distribución”, e “instala demandas de ley y orden”. “El poder punitivo se apropia del problema de la víctima y se convierte en una traba para resolver el conflicto”, y así es como “los Estados cometieron más homicidios que todos los homicidas del planeta”.
“El peligrosímetro manda a matar toda sombra que se mueva, los grandes medios de comunicación son grandes miedos”, dice el escritor Eduardo Galeano en la contratapa. Zaffaroni, antes de empezar a hablar, le regaló un sentido agradecimiento, igual que a Gelman. Miró a la multitud y nombró a todos sus colaboradores, a Estela Carlotto, al procurador Esteban Righi, ministros (estaba Amado Boudou), a la defensora General Stella Maris Martínez, a legisladores (estaban Diana Conti y Fernando Navarro entre otros), a Lita Boitano y hasta a su custodio de treinta años, César López. Entre el público estaban hasta los mozos de la Corte.
Zaffaroni precisó que “la criminología mediática” que “incita a la venganza demagógica”, “a liberar al poder punitivo de los controles” y “que busca ponernos en el camino de las masacres” es un producto nacido en Estados Unidos, pero a esta altura es un fenómeno mundial, que se reproduce tanto en América latina como en Europa. “Es el modelo de Reagan-Bush –explica– que propone un Estado gendarme, que es excluyente y tiene por función mantener a los excluidos a raya”, y que sucedió al de Franklin Roosevelt, que “era incorporativo y pretendió establecer el Estado social”. “Hoy la publicidad del enorme aparato penal de EE.UU. recorre el mundo; hace que uno de cada cien norteamericanos esté preso. Hay más de dos millones de presos. Tres millones controlados por el sistema penal y tres millones trabajando para ese sistema, lo que implica que además es una variable de empleo y desempleo”, insiste. Y concluye que la discusión de fondo es entre esos dos modelos. “El del Estado social de derecho puede fallar. Pero el Estado gendarme invariablemente termina mal. El excluido un día empieza a resistirse, entonces el gendarme lo mata, o el excluido vence al gendarme y se arma un caos”, vaticina. La decisión, advierte, es entre profundizar los “modelos democráticos”, de “estado de bienestar” y de “una sociedad inclusiva”, o poner en jaque el estado de derecho.

PAGINA 12 - 04/05/11.-

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-21586-2011-05-04.html